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“No sabía qué era la adopción”. Pasaron 23 años para reencontrarse con uno de sus hijos dados en adopción sin su consentimiento

Pensó que sus dos hijos de 5 y 3 años irían a un internado de monjas que los protegería en pleno conflicto armado. Cuando fueron a buscarlos, ya habían dejado el país.

21 enero, 2022 | Por: idea180

En 1984, José Antonio Mejía Casco participa con 37 años en la guerra civil de El Salvador en las filas del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN).

En esa época tenías que tomar un bando—lamenta.

Su esposa busca refugio en diferentes lugares para proteger a sus hijos. Encuentra a una familia que le ofrece morada en un lugar llamado Llano Grande, en el departamento de Concepción, en el norte del país.

Al cabo de unas semanas, un grupo de monjas llega al pueblo donde estaban y les ofrecen educación y vivienda a los hijos de los pobladores. Allí, estarán seguros de los embates del conflicto.

De acuerdo con Mejía, irían al Colegio de las Hermanas Somascas, cerca de San Salvador. Eso sucedió aproximadamente en agosto de 1984. Jamie Rafael Mejía, el mayor, tenía 5 años. José David tenía 3.

Foto de archivo de un desfile por el Día de la Independencia tomada el 15 de septiembre de 1982 en Cojutepeque (El Salvador). /📷 Robert Nickelsberg/Getty Images

Pocos meses después, Mejía recibió noticias de otros religiosos de que, en ese lugar, en el internado, facilitaban la adopción de niños a familias que viven en el extranjero.

—Fuimos a reclamar y la monja negaba que ellos estuvieran allí. Lo negó varias veces. Ya en enero reconoció que a mis hijos los habían dado en adopción. Yo había estudiado hasta aquel momento hasta tercero de primaria y realmente no sabía qué era la adopción. Yo soy un campesino, nunca en mi vida había escuchado esa palabra.

Sin embargo, logró entender el concepto: ahora sus hijos vivían con otra familia en otro país y no podía recibir información relevante porque la ley no estaba a su favor.

Cuando terminó el conflicto armado, en 1992, Mejía pudo terminar su bachillerato. Para entonces, mucho había pasado. La guerra no había sido muy piadosa. Aunque tuvo otros tres hijos más con su esposa, perdió a una niña (murió). Luego, se separó de su mujer.

Él sigue con su vida, pero con la incertidumbre de no saber de sus hijos. Consigue otra pareja con la cual logra tener otros tres niños. Años después, logra ser uno de los socios fundadores de la organización Pro-Búsqueda, que desde hace 28 años realiza la búsqueda de niñas y niños desaparecidos a consecuencia del conflicto armado. Mejía fue el primer presidente de la primera directiva de esa organización que gestionó la personería jurídica.Want to get more out of your subscription?Upgrade to get access to exclusive benefits.Upgrade

Investiga en el juzgado de Chalatenango dónde estaban sus niños y los nombres de quiénes los habían adoptado. Pudo averiguar que a ambos se los llevaron en las vísperas de Navidad de 1984 a Italia, pero con diferentes familias, y que le habían cambiado el nombre al menor, de José David a José Domingo.

En 1997, viaja con visa a Estados Unidos y busca la ayuda de varias organizaciones. Incluso, llama por teléfono a los programas de televisión de habla hispana, pero no logra conseguir que lo escuchen.

Varios años después, su mamá le cuenta por teléfono que una prima suya había ido a vivir a Italia y que quizás podría comunicarse con Jaime Rafael y José David. Mejía se pone en contacto con la prima y le da el contacto que había conseguido a través de los documentos de la corte.

José Antonio Mejía participa en una reunión con la organización Pro-Búsqueda en El Salvador. / 📷Cortesía Pro-Búsqueda

—Por años, ella llamó y llamó y no se los pasaban. Insistió e insistió. Hasta que un buen día, Jaime Rafael, mi hijo mayor, le dijo: “ok, te voy a dar espacio. Háblame tal día a tales horas”.

Era fines de 1998. Cuando la prima logra establecer el primer contacto con Jaime Rafael, lo primero que él recordó fue que jugaba con ella cuando era muy pequeño.

Recién en 2007, cuando ya Mejía ya había regresado a vivir a El Salvador, empiezan a hablar del reencuentro.

—Me dice la prima: “dice su hijo que está dispuesto a recibirlo si es que viene”—recuerda Mejía, mientras llora desconsoladamente.

Les avisó a los de Pro-Búsqueda, que gestionaron los costos del pasaje de avión, y el 24 de diciembre de 2007 viaja a Milán.

—Solo tiré la mirada y lo reconocí de inmediato. Vi a mi hijo.

Allí estaba Jaime Rafael con sus padres adoptivos, a quien Mejía tuvo que saludar primero por respeto. Luego pudo darle un abrazo eterno, de esos que debes esperar 23 largos y dolorosos años. Mejía estuvo un mes entero en Italia. Conversaron mucho.

Mejía, con 65 años, sigue en constante comunicación con Jaime Rafael, quien hace lo mismo con su madre biológica.

José Domingo (Izquierda) y su hermano Jaime Rafael en una foto de archivo. Fueron adoptados sin el consentimiento de sus padres biológicos. Ahora viven en Italia y aunque fueron adoptados por dos familias distintas, han permanecido en contacto desde hace muchos años. /📷 Cortesía José Antonio Mejía

En su visita a Italia, Mejía no pudo ver a su otro hijo, a José Domingo.

—No quiso saber nada de mí. No todos asimilan esos problemas de la misma manera. Quizás aún no está listo. Es complicado. Muy complicado.

Hasta la fecha, Pro-Búsqueda ha propiciado 287 reencuentros, ha resuelto 463 casos y tiene en gestión 563. Se calcula que el número de víctimas dejado por esa confrontación fue de 75,000 muertos y 15,000 desaparecidos.

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