
Los trabajadores de salud en la frontera “se sienten abrumados” para atender la salud mental de pacientes de bajos recursos
Un estudio médico exhorta a invertir en la formación en salud mental de los trabajadores esenciales para, en última instancia, “fomentar la equidad sanitaria y proteger la salud mental de los más vulnerables”.
El personal sanitario necesita una mejor formación para atender las necesidades de salud mental de los inmigrantes, según un reciente estudio publicado por la Universidad Rice y el Centro de Ciencias de la Salud de la Universidad de Texas en San Antonio.
“Atención con la brecha: Identificación de las necesidades de formación de los trabajadores sanitarios para abordar la salud mental en las comunidades latinas de EE. UU. durante y después de la pandemia por COVID-19”, es el título del informe que aparece en el último número de la revista especializada Frontiers in Public Health.
Los investigadores examinaron los datos de una encuesta realizada a grupos de discusión de trabajadores sanitarios de zonas históricamente desatendidas cerca de la frontera entre Estados Unidos y México.

“A partir de los datos recogidos y analizados, quedó muy claro que los problemas de salud mental eran especialmente frecuentes en estas comunidades con escasa atención médica durante la pandemia”, destacó Luz Garcini, profesora adjunta de Ciencias Psicológicas en Rice y autora principal del estudio.
“Y, sin embargo, los trabajadores del sector salud no se sentían preparados para atender plenamente las necesidades de sus pacientes», agregó.
A pesar del papel fundamental que desempeñan en el cuidado de sus comunidades, los resultados del informe indican que los trabajadores de salud comunitarios a menudo se sienten abrumados y que no se sienten adecuadamente preparados para abordar eficazmente las necesidades de salud mental en sus comunidades a pesar de contar con la certificación requerida.
“La formación en salud mental es necesaria para su autocuidado y para atender mejor a los miembros de su comunidad con problemas psicológicos”, según el estudio.
Dada la naturaleza multifacética de sus funciones, los trabajadores sanitarios deben estar equipados para identificar los síntomas, gestionar los niveles de estrés y buscar tratamiento cuando sea necesario, tanto para los miembros de su comunidad como para ellos mismos.
Los trabajadores expresaron la necesidad de una formación adicional que les apoye en la comunicación, la identificación de los síntomas de las enfermedades mentales, el manejo de los traumas, la promoción del autocuidado y la reducción del estrés, y una mejor práctica de sensibilidad cultural.
«Las tareas que llevan a cabo los trabajadores sanitarios de la comunidad requieren un conjunto de habilidades único y una importante inversión emocional», escribieron los autores.

«La formación en salud mental es necesaria para que puedan llevar a cabo su trabajo con eficacia y puedan mantener su propio bienestar. Es hora de invertir en la formación en salud mental y en el apoyo a estos trabajadores esenciales para, en última instancia, fomentar la equidad sanitaria y proteger la salud mental de los más vulnerables durante y después de la pandemia del COVID-19″, señala el documento.
Garcini espera que en el futuro se siga trabajando para identificar y poner en práctica formas de abordar las necesidades de formación.
«Solo entonces podremos atender mejor las complejas necesidades sanitarias de las comunidades históricamente marginadas», subrayó.
Los participantes en este estudio fueron en su gran mayoría mujeres trabajadoras del sector salud (93%) y de origen hispano (91%) con una edad promedio de 45 años, graduadas de secundaria, con más de siete años de experiencia y que contaban con certificación profesional.
Casi todos los encuestados en el estudio trabajan en comunidades con población de bajos recursos económicos que enfrenta serias trabas de acceso a servicios de salud. La mitad señaló que trabajan con comunidades inmigrantes que incluye familias con un estatus migratorio irregular.
Los problemas que más afectan a esas comunidades —según el estudio— son la capacidad limitada para pagar los servicios de salud mental, la situación de los indocumentados (lo que provoca miedo a revelar información y evitan buscar servicios) y el acceso limitado a la tecnología. Todo ello obliga a compartir teléfonos, ordenadores o programas informáticos, además de tener dificultades para utilizar equipos tecnológicos o navegar por sitios en línea, exacerbado por la brecha generacional.