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Hispanos detenidos corroboran uso de pesticidas en sus labores de limpieza por el cual ganaban un dólar al día

«Mi nariz está bloqueada, mi garganta y mis ojos queman». Las denuncias de reclusos coinciden con un reporte que acusa a un centro de detención de no siguen los protocolos establecidos.

30 noviembre, 2021 | Por: idea180

La voz de una mujer en el teléfono dice en español, pero con acento anglosajón, que un detenido en el Northwest Detention Center (NWIPC), un centro de detención en el estado de Washington, ha efectuado la llamada y que “será sujeta a ser supervisada y grabada”.

—Oprima 1 para aceptar la llamada. Para no aceptar la llamada, oprima 2.

Luego de aceptar, se escucha a lo lejos:

—Buenas tardes. ¡Qué tal! Me dieron su número, estoy llamando acá del centro de detención para conversar sobre unas cosas que están pasando.

Humberto Arrascue lleva detenido varios meses y, según cuenta, tiene un proceso criminal desde octubre del 2019. No quiere dar muchos detalles, solo que entró con visa de turista y se quedó indocumentado. Por ese motivo, tiene una orden de deportación que ya ha apelado.

Pero en realidad quiere hablar del uso de ciertos pesticidas que se usan de forma inadecuada en soluciones para desinfectar las áreas comunes en ese centro de detención. Él, como muchos reclusos, trabaja de limpieza y allí le pagaban un dólar al día.

Sí, un dólar al día.

Usamos los mismos químicos para todo: las mesas, las tabletas, las puertas, las manijas, el piso, el horno de microondas, los inodoros, el baño. Después de la pandemia, se ha estado usando con más frecuencia.

Le preocupa que al usar esos químicos con frecuencia pueda surgirle algún cáncer que “como sabemos, no aparece de la noche a la mañana”.

La voz femenina del teléfono advierte: “a usted le queda un minuto en esta llamada”.

Foto por John Moore/Getty Images

Al cabo de un rato, otro detenido también quiere denunciar el uso de pesticidas en los trabajos que realiza a diario. Se llama Carlos Arregoite, originario de Hidalgo (México). Tiene 31 años y lleva solo un mes y medio detenido. Estaba en casa de sus padres cuando varios agentes llegaron por él. No opuso resistencia.

Se siente como una picazón en la garganta. No me he quejado, no conviene. Me pagaban un dólar al día. Lo hacía por el dinero.

Se queda callado. Pasan unos segundos y en voz baja dice que hay más compañeros esperando en fila para llamar por el mismo inconveniente.

Cuelga. Suena el teléfono casi de inmediato.

—Me llamo José López, soy de Baja California, en México. Llevo aquí un año y medio y, según dicen, me tienen aquí porque, según dicen, tengo una orden de deportación en mi contra, según dicen.

Repite el “según dicen” muchas veces. Cuenta que está nervioso por hacer la llamada y quiere aprovechar para recordarles a las autoridades migratorias que no tiene antecedentes penales previos y que no debe estar detenido tanto tiempo.Want to get more out of your subscription?Upgrade to get access to exclusive benefits.Upgrade

—Pero cada media hora andamos rociando los químicos por todos lados y hemos notado que nos ha afectado la respiración. Mi nariz está bloqueada, mi garganta y mis ojos queman. A muchos de nosotros nos da dolores de cabeza y, cuando nos quejamos, nos dan medicinas como ibuprofeno y gotas para los ojos. Ellos tapan los efectos que hacen los químicos con sus medicinas. Muchos de nosotros caminamos como zombis aquí.

Carlos Daniel Amaya Amaya, de El Salvador, lleva casi dos años en el mismo centro de detención. Trabaja en la cocina y le preocupa lo que pasaría en caso de un accidente.

No tenemos trajes, ni guantes, ni plástico para protegernos el rostro. Solo unos lentes. Si me pasa algo, ¿cómo me garantizan que velarán por mi salud?

La voz del teléfono, nuevamente, le recuerda que queda un minuto.

—Gracias, se le agradece mucho por escucharnos.

Entran más llamadas del mismo lugar con la misma queja. Un peruano, un brasilero, dos hondureños, varios mexicanos más.

Foto por John Moore/Getty Images

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Rufina Reyes, voluntaria de La Resistencia, una organización sin fines de lucro que vela por los derechos de los inmigrantes en el estado de Washington, insiste vía telefónica que las medidas de seguridad y salud en ese centro de detención son inexistentes.

—Los están exponiendo sin darles protección. Muchas veces usan esos químicos para limpiar las mesas y otras cosas, pero al parecer no se está usando la precaución necesaria en un lugar cerrado que no tiene suficiente ventilación para contrarrestar todo lo que contienen los pesticidas que sabemos son muy peligrosos. Hasta pueden causar la muerte. ¿Le puedo mandar el reporte?

El reporte es de la Agencia de Protección Ambiental (EPA). Allí se indica que el NWIPC no sigue los protocolos establecidos para el uso de los pesticidas GS Neutral Disinfectant Cleaner y Sani-T-10 Plus, que son aplicados sin cumplir las recomendaciones federales.

—Las indicaciones para el uso de las soluciones de ambos pesticidas deben hacerse con el equipo de protección respectivo en cada aplicación, que incluye el lavado de la ropa de los empleados, —advierte el reporte.

El NWIPC es un centro administrado por la compañía privada GEO Group, que tiene un acuerdo de concesión del servicio para custodiar a indocumentados con la Agencia de Inmigración y Control de Aduanas (ICE).

Según los registros obtenidos por la EPA, en un día se han presentado hasta 48 aplicaciones separadas de pesticidas.

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A principios de noviembre, una corte federal ordenó que GEO Group pague 23 millones de dólares a detenidos inmigrantes que recibieron 1 dólar al día de sueldo para realizar tareas como cocinar y limpiar en el NWIPC.

Se prevé que la compensación sea dividida entre 10, 000 personas detenidas en las instalaciones desde 2015.

Geo Group apelará la decisión.

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