
DACA se ha convertido en un mar de incertidumbres para los jóvenes que buscan regularizar su estatus por primera vez en EE. UU. (Foto: José Luis Castillo)
DACA se desvanece, nuevamente, para los soñadores que se aferraban al único amparo migratorio disponible
“Tanto esfuerzo para que me pongan un muro de concreto al frente que no puedo saltar”. El fallo judicial que prohíbe a los indocumentados que llegaron de pequeños a EE.UU. a solicitar DACA es una piedra más en el camino que solo podrá removerse a través de una acción que venga desde el Congreso.
Desde hace varios meses, la vida de Mariela Carrión, de 18 años, transcurría así: de su casa a la escuela secundaria y más tarde al trabajo y luego, mucho más tarde, de regreso a la casa a estudiar, ayudar a su madre con los quehaceres y preparar todo para el día siguiente y hacer lo mismo.
Su rutina cambia los sábados y domingos. Su padre la lleva de Splendora, donde viven desde hace 15 años, a Humble, donde trabaja toda la jornada como mesera en un restaurante “que no me pide papeles”.
Su meta es ahorrar para el costo de los trámites para conseguir el único amparo migratorio disponible a través de la Acción Diferida para los Llegados en la Infancia, más conocido como DACA.
“Pensé, esta es mi oportunidad, no la voy a dejar pasar”, recuerda, cuando en enero de 2021 se enteró de que un juez federal había ordenado a la Administración del entonces presidente Donald Trump restaurar DACA que había sido puesta en pausa.
Pero cuando avizoraba un halo de esperanza, el cielo se nubló y formó una tormenta llena de incertidumbres para los jóvenes que como ella buscaban regularizar su estatus por primera vez.
Andrew Hanen, titular del Tribunal de Distrito del sur de Texas, dictaminó que el gobierno del expresidente Barack Obama actuó por encima del marco de la ley cuando lanzó el programa DACA como una medida temporal para proteger de la deportación a personas que llegaron de forma irregular a Estados Unidos cuando eran niños, la gran mayoría acompañados de sus padres.
Mariela forma parte de ese grupo. Llegó muy pequeña de San Luis Potosí (México) y desde entonces no ha vivido en otra parte. Su padre trabaja como obrero en el sector de la construcción y su madre cuida de sus tres hermanos menores, nacidos en Texas.
Residen en una casa móvil alquilada y el único acceso a internet es a través del teléfono celular, por eso cuando reabrieron las clases presenciales en su distrito escolar, Mariela no tuvo otra opción que acudir a su centro educativo.
“Tanto esfuerzo para que me pongan un muro de concreto al frente que no puedo saltar”, lamenta.

DACA EN TEXAS
El fallo del juez Hanen no afecta a los cerca de 650,000 amparados actualmente por DACA y sus futuras renovaciones. Solo perjudica a los nuevos solicitantes, como Mariela.
Cesar Espinosa, director ejecutivo de la organización Familias Inmigrantes en la Lucha (FIEL) y beneficiario de DACA, asegura que en Texas hay 18,000 personas que buscaban ese amparo.
“Causa mucho pánico e incertidumbre en la comunidad, lo único que nos queda es que la Administración Biden apele la decisión del juez, pero en realidad lo que todos esperamos es que el Congreso apruebe una reforma migratoria para los millones de indocumentados que estamos en el limbo”, detalla Espinosa.
Según el Servicio de Inmigración y Ciudadanía (USCIS), hasta el 1 de abril de 2021 habían recibido 55,550 solicitudes nuevas de DACA que aún necesitaban procesarse. Viviana Moreno Gómez, de 21 años, quien llegó a Estados Unidos sin documentos cuando tenía menos de dos años, solicitó DACA en febrero para seguir estudiando y convertirse en trabajadora social, y poder conseguir un seguro médico porque padece de un grave problema renal.
“Mi vida va a cambiar y esta vez no voy a dejar pasar la oportunidad porque necesito un trabajo fijo y pagar la deuda que representan los costos médicos”, señala Moreno, quien sufre de un mal renal desde los ochos años que le impide al único riñón que le queda filtrar suficiente cantidad de sangre.
Para evitar las recaídas, Viviana toma medicamentos que controlan su presión arterial para mantenerse activa y ayudar también con los quehaceres de la casa en que vive con sus padres y sus dos hermanas menores en Greenville, a 55 millas al sureste de Dallas.
Lo único que sabe Viviana es que cruzó la frontera con una tía cuando tenía apenas un año y medio de edad, escapando de la pobreza en la que vivían en la localidad de Salamanca, en el estado mexicano de Guanajuato.
“Ese es mi otro sueño”, remarca, al hablar del deseo de regresar y conocer la tierra que la vio nacer y abrazar a los familiares de los que tanto ha oído hablar y a quienes solo conoce por las redes sociales.
Pero lo que le perturba la tranquilidad en estos días es que no ha recibido respuesta de USCIS sobre su solicitud.

LAS TRABAS
Muchos grupos que defienden los derechos civiles de los inmigrantes, como el Fondo Mexicano Estadounidense de Defensa Legal (MALDEF), que ha intervenido en varias demandas de beneficiarios de DACA en contra del Gobierno, lamentó la acción de Hanen.
“Lo que interpreta el juez es que el Ejecutivo tiene limitaciones y no tiene autoridad en esta instancia que solo le compete al Congreso. Es decir, que una dependencia del Gobierno no pude sobrepasar los límites legislativos ya impuestos a una ley migratoria que no incluye el proceso migratorio de los ‘soñadores’ (beneficiarios de DACA)”, explicó Nina Perales, vicepresidenta de litigios con MALDEF.
“Muchas de las trabas que ha sufrido DACA en el curso de los últimos años, específicamente en Texas, han sido gracias a las demandas hostiles del fiscal del estado, Greg Paxton”, indicó Perales, que debe decidir en los próximos días la mejor acción para apelar la decisión de Hanen.

SEGUIR SOÑANDO
Uno de los “soñadores” que ha seguido de cerca los vaivenes judiciales y políticos del programa es Abel Bárcenas Suárez, quien llegó a este país procedente del estado mexicano de Querétaro cuando tenía 15 años.
“Mis papás me trajeron con ellos”, dice Abel, ahora de 34 años, casado, padre de una niña de menos de un año y dueño de una pequeña empresa de remodelación de casas e instalación de tejas en New Braunfels, cerca de San Antonio.
Hace seis años solicitó el amparo de DACA y desde entonces ha tenido que renovar el permiso en varias oportunidades. Admite que sin ese programa no hubiera podido sacar una licencia para conducir ni el permiso para abrir un negocio o trabajar.
“Me ha abierto muchas oportunidades y en estos años siempre he vivido con la incógnita de qué es lo que va a pasar con nosotros, si algún día en el peor de los casos voy a tener que abandonar el país”, refiere.
Su anhelo más grande es aportar lo que ha aprendido y ser ciudadano de bien en el país que lo ha cobijado y al que ahora considera como suyo.
“Nuestros padres querían algo mejor para nosotros y nos trajeron aquí porque pensaron que era el mejor destino. Ahora que soy padre pienso que si estuviera en esa situación también haría lo mismo: cruzar la frontera”, concluye Abel.
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