
Una enfermera se prepara para usar una dosis de la vacuna Corbevax, de patente libre, creada por un grupo de científicos, entre ellos María Elena Bottazzi, candidata al Premio Nobel de la Paz 2022./Foto: Getty Images
El camino para desarrollar la vacuna sin patente Corbevax siempre tuvo un concepto claro: “la descolonización”
María Elena Botazzi, la científica hondureña nominada al Nobel de la Paz narra los esfuerzos que realizó su equipo en Houston (Texas) con el fin de masificar una vacuna accesible para todo el mundo.
Las redes sociales se llenaron de elogios para María Elena Botazzi desde el momento en que se anunció su nominación al Premio Nobel de la Paz, que este año dará a conocer al ganador o ganadores antes del mediodía del 3 de octubre.
La investigadora se ha hecho acreedora a tamaña postulación gracias al desarrollo del primer y único suero contra la Covid-19 libre de patente: Corbevax. Mientras muchos laboratorios de empresas multinacionales se apresuraban en plena pandemia para crear una vacuna eficaz para la población, Botazzi y su equipo ya llevaban más de 10 años estudiando a los coronavirus y contaban con todos los vectores para producir las proteínas necesarias para que sean efectivas.
—A fin de cuentas, nuestro sistema inmunológico responde a las proteínas. Entonces, nosotros, en vez de estar esperando que uno procese dentro de su cuerpo una vacuna, nosotros le damos el producto, que necesariamente es lo que necesita el sistema inmune para activarse. Y eso ha sido una metodología comprobada, segura y que se usa en muchos lugares alrededor del mundo. Este procedimiento posee datos de estabilidad, de seguridad. Hay confianza en esta tecnología.

Pero, entonces, ¿por qué Corbevax no salió al mercado al mismo tiempo que las demás vacunas de los laboratorios grandes? La respuesta está en mantener la idea de que la ciencia detrás de este proyecto se mantenga abierta, libre de patentes, y así ayudar a los países en vías de desarrollo.
Botazzi denomina a ese concepto “descolonización”, no porque crearon el prototipo, sino porque entregan la idea sin cobrar un centavo.
—Para que la tomen como propia y ellos [los gobiernos] puedan desarrollarla. Por ejemplo, en la India, ellos fueron los primeros que dijeron “vamos a probar su tecnología. Queremos que trabajen con nosotros para poderla desarrollar en conjunto”. Y la verdad es que fue una experiencia muy emocionante porque nuestros científicos, ciertamente no en persona, pero en Zoom, diariamente, en comunicación con los científicos de la India, nos compartimos las responsabilidades. Nosotros teníamos que hacer ciertos experimentos. Ellos hacían los demás ensayos y la verdad es que fue un esfuerzo global para una solución global.

El gran dilema siempre fue buscar la forma de acelerar el proceso para masificar su elaboración. Según Botazzi, el sueño no se convirtió en realidad sino hasta que cerraron el trato para que se distribuyan 300 millones de dosis en la India.
—Rápidamente, vimos la urgencia de tener que replicar ese modelo con otros países. Entonces, ahora trabajamos con Indonesia, Bangladesh y un consorcio para poder producir la vacuna también en África. La meta es lograr que existan productores en Latinoamérica y Asia. Y mientras sigamos viendo tantas poblaciones que no han logrado recibir las dosis completas de vacunas, seguiremos efectuando estas alianzas y transfiriendo nuestras tecnologías y nuestros conocimientos.
Dentro de las alianzas con las que han cerrado un trato, Botazzi explica que el modelo que utilizan para que exista sostenibilidad financiera es que cada país busque sus propios fondos y que no se incluyan los procesos de investigación y desarrollo al costo del producto.

—Pues obviamente puede haber un ligero ahorro con la cantidad de dinero que se necesita para eso. Entonces, tuvimos que hacer una diversificación de cómo nosotros aplicamos los fondos. Pedimos también capital a entidades gubernamentales, así como a filantrópicas. La intención es que esta vacuna llegue a todas las esquinas alrededor del mundo. Obviamente, mi sueño personal es que llegue a Honduras y a países de Centroamérica, el Caribe y a toda Latinoamérica, como también a todo el mundo.
El nombre de la vacuna Corbevax es una combinación de las palabras coronavirus, biología y vacuna. Como no cuenta con una patente, el fabricante de cualquier país puede cambiarle de nombre sin ningún reparo.
Faltan aún unos meses para conocer si Botazzi y Hotez son galardonados con el Nobel de la Paz. Sería, en principio, un logro para la comunidad científica hondureña y de toda Latinoamérica. Botazzi ha hecho público su alegría y orgullo por haber sido tomada en cuenta, principalmente, por todo lo que representa para un país en vías de desarrollo que “siempre es relegado” porque creen que le falta capacidad de desarrollo y de investigación.
—Y sí se puede.