Cada vez que la madre de Karen Ramírez cumpla años, recordará que le arrebataron a su primera hija

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—Buenas tardes, señora Menjivar, ¿podemos hablar de la captura del exnovio de su hija?

—Bueno, está bien, yo le daré la entrevista. Usted me dice cuándo.

Reina Menjivar vive en la capital de Honduras con su esposo y su nieta, la hija de Karen Ramírez, desaparecida desde marzo de 2017 y de quien se cree fue asesinada en Houston (Texas) por su novio Miguel Ángel Buezo Buezo, ahora recluido en un penal de Guatemala, donde fue capturado.

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Menjivar ha estado atenta a los detalles del caso de su hija desde el primer momento. Cuando supo lo de Karen, viajó a Houston para colaborar con los detectives y saber más de los avances en las investigaciones. Aprovechó también para visitar a su otra hija, que también reside en esa ciudad. Pero todo cambió por la pandemia.

Desde entonces, hablar de Karen y de su desaparición son temas delicados que, dice, afectan su bienestar. Otro factor que considera comprometedor es que la familia de Buezo vive en la misma ciudad que ella y teme que algo le pase.

La comunicación con Menjivar había sido, hasta hace poco, vía mensajes de textos. En una de las conversaciones acepta conversar por teléfono solo para que se le explique más sobre la entrevista. Contesta muy amable.

—Yo qué más quisiera… sé que los medios son una forma de presionar, tengo que cuidar especialmente a la niña que ella dejó.

—¿Cómo se entera usted de la captura de Buezo?

—Alguien me mandó una captura de un diario por internet donde aparecía la noticia. Yo no le deseo mal a nadie, aun cuando me han hecho daño. No es para mí, la venganza no es así. Yo confío en que Dios es el que se venga por nosotros. Es una mezcla de sentimientos: parte alegría, parte tristeza.

Su voz es tenue, calmada. Y agrega:

—Mire, la verdad no es que uno se quiera hacer así como interesante, porque, como le mencionaba, uno siempre está temeroso. Imagínese, uno nunca sabe a quién tiene a la espalda.

—¿Y cómo está la hija de Karen?

—Por el momento, ella está bien, ella entiende, uno no le oculta las cosas.

Cuelga el teléfono no sin antes aceptar que al día siguiente haría la entrevista. En un mensaje de texto, avisa cuatro horas antes de programada la entrevista que no podrá hacerla.

—Anoche volví a recaer, esto me está afectando. El médico me ha dicho que me va a internar si sigo así y pues tengo que cuidarme. Por ahora no será, lo siento.

Cinco días más tarde, acepta tener una conversación corta.

–¿Cómo era Karen?

—Mi niña era muy amable, alegre, siempre tenía una sonrisa para todo el mundo, especialmente con los ancianos. Cuando algo no le gustaba de alguien, era directa… ella me ayudaba bastante y tenía sueños con su niña. Quería verla graduada a la niña (la hija de Karen). Desde kínder estuvo en cuadro de honor con muy buenas calificaciones. Y (Karen) me decía: “la niña va a lograr lo que yo no pude”. Y no por ser mi hija, pero era una chaparrita linda y muy trabajadora.

Karen era la mayor de tres hermanas. Le gustaba mucho la música y bailar. Pensaba regresar a Honduras y criar a su hija.

Su padre, dice Menjivar, está destrozado.

—Pues imagínese, era la niña de sus ojos.

—¿En un reportaje vi que el día que el padre de Karen celebraba sus 50 años fue cuando ella desapareció?

—Si, pero el cumpleaños de él es el 14 y se lo celebramos, pero el día que sucedió todo eso yo estaba cumpliendo años. Es el peor cumpleaños que nunca olvidaré.

Cada vez que Menjivar cumpla años, recordará que le arrebataron a su primera hija.

El 25 de marzo de 2017, Karen Ramírez tenía 27 años y su hija 7. Hoy tendría 31 años. Su hija tiene 11.