
Gloria Guillén, madre de la soldado Vanessa Guillén, es uno de los murales dedicado a su hija en Houston (Texas). Foto José Luis Castillo
Madre de Vanessa Guillén: “Los primeros seis meses recordé lo terrible. Estaba llore, llore y llore”
A más de un año y medio de la muerte de la soldado hispana Vanessa Guillén, su madre recuerda los duros momentos que pasó al conocer cómo le quitaron la vida a su “niña” de forma brutal.
El mural creado en memoria de la soldado Vanessa Guillén —asesinada el 22 de abril de 2020 en una base militar de Texas— que está ubicado a espaldas de un restaurante de comida mexicana en el sur de Houston contiene varios arreglos florales; la mayoría yacen marchitos, deslucidos, algo envejecidos.
También hay cientos de velas con las imágenes de la Virgen de Guadalupe, de Jesucristo y varios santos ya desgastadas. Estos alumbraron los días y las noches de la primera pintura callejera —plasmada entre ladrillos amarillentos—, frente a un estacionamiento de concreto plomizo con algunas zonas cuyo forraje lucha por subsistir.
En Houston, y en todo el país, existen decenas de murales con la imagen de Guillén (1999-2020), pero este tiene un significado especial. Más allá de ser el primero en ser pintado a los pocos días de la desaparición y muerte de la soldado, es el lugar preferido de su madre, Gloria Guillén. Además, está a pocas cuadras de su casa. Ese era su barrio.

Gloria Guillén viene a menudo a hablar con su hija, a rezar por ella “y con ella”, a reírse juntas mientas barre y limpia los globos ya desinflados con las banderas de Estados Unidos y México.
—Al principio no venía, me afectaba mucho. Ahora vengo más seguido.
Se encarga de recoger y colocar en bolsas de plástico las flores deslucidas y las tarjetas descoloridas ya desechas con mensajes de amor, de pésame, de todo: “Justicia para Vanessa Guillén”, “Yo soy Vanessa Guillén”, “Su lucha es mi lucha”, “Descansa en paz”, “Heroína”, “Te amamos”.
—Algunos no se leen ya, otros sí, pero ya están en mal estado y me entristece hacerlo. Se me sale el corazón, pero alguien tiene que limpiarlo.
La tarjeta de una nota anónima al lado de un perro de peluche marrón con manchas blancas que —aún— sonríe dice: “no tuve el placer de conocerte en este mundo. Nos veremos en el cielo porque Dios existe”.
Al otro lado del mural, dos balones de fútbol (deporte que practicaba Guillén con frecuencia) se resisten al paso del tiempo, aunque el mensaje bilingüe apenas se divisa: “Te dejamos este recuerdo para que sepas que estamos contigo. ¡No mereciste nada de lo que te sucedió, pero se hará justicia en el nombre de Dios! ¡Somos tu voz. Viva por siempre Vanessa Guillén!”.
Al rato, una joven, acompañada de su madre, se acerca al mural y, cuando reconoce a Gloria, que contempla la pintura de su hija, se cubre el rostro con una mano y empieza a llorar.
—Te conmueve, ¿no?

La joven, con un gorro camuflado y lentes oscuros, asiente con la cabeza. Gloria Guillén actúa como si se tratase de una reacción frecuente.
—Los jóvenes, principalmente, y también las madres, se conmueven. Les afecta mucho lo de la niña.
Se le acerca y le cuenta que los mandos militares querían cambiarle la fecha al acta de defunción de su hija días después del día en que la descuartizaron. La joven le escucha, y en voz baja le dice que ella también es militar y que juega fútbol.
—Ella (Vanessa) siempre jugaba. Siempre se la pasaba así. “Ahorita vengo, mami, ya vengo, voy a jugar”. Mi niña era buena estudiante, muy deportista.
La joven, compungida, le dice que se llama Jennifer Ortiz.Want to get more out of your subscription?Upgrade to get access to exclusive benefits.Upgrade
—Cuando pasó de lo Vanessa, yo estaba de comisión, sirviendo con el ejército en Italia y no pude asistir a las marchas de protesta porque los viajes eran restringidos por lo del virus. No pude ir a Fort Hood (al cuartel), no pude hacer nada.
Luego cuenta que se identifica mucho con Vanessa, porque ambas son de Houston…
— … por el fútbol, porque es hispana, porque es mujer, porque somos militares, porque me pudo pasar a mí.
Lo que le pasó a Vanessa, según Jennifer, pudo haberse prevenido, y espera que la «Ley Soy Vanessa Guillén», que reforma los mecanismos en la cadena de mando para la investigación de casos de asalto sexual, sea promulgada por el presidente Joe Biden.

Se despiden. Gloria lleva colgado un prendedor con la foto de su hija. Siempre la llevo consigo. Reanuda la limpieza. Mueve las banderolas de un lado para otro y desempolva las fotografías de su hija que fueron colocadas por el público hace meses, quizás más de un año. Retira el agua sucia de los floreros.
Hay arreglos florales que son sintéticos. Dice que se los regalaron a ella “y me las traje acá”. Agrega que quiere visitar “el mural gigante” que está en San Antonio, donde aparece su hija con ella. También al de California, “que está enorme” en la sede de la Federación Zacatecana.
—En Chicago hay otro, grandísimo también. En mi casa hay muchas cosas de mi niña, está llena, llena. Voy a hacer un museo de la niña. Tengo pinturas de profesionales que se la hicieron en Dallas. Una está en el comedor, bien bonita. Toda mi casa se llenó de la niña. Hay una manta grandísima que me hicieron donde la dibujaron a ella donde está exactita, le rezo el rosario todos los días, todas las mañanas.

—Sé que es bueno recordar pero, a veces, ¿no se hace daño uno?
Suspira. Mira al mural.
—Mire, yo trato de recordar los momentos hermosos que viví con ella. Durante los primeros seis meses recordé lo terrible… lo terrible. Estaba llore, llore y llore. No quería saber de nada, ni comía.
Gloria recuerda haber hablado con un sacerdote, quien le hizo recapacitar para que recuerde los momentos más hermosos de su niña porque ella está en el cielo, “no la han lastimado”.
—Los miserables que le hicieron daño son los que van al infierno. Por mis hijos doy la vida, son cinco más los que tengo.
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Según las autoridades, Guillén fue asesinada de forma brutal el 22 de abril de 2020, aparentemente por su compañero de la base militar identificado como Aaron Robinson, de 20 años, quien se suicidó el 1 de julio cuando la policía le quería interrogar poco después de que se hallasen los restos de la joven latina.

Guillén, quien le había contado a su madre que había sido acosada sexualmente por un sargento, fue vista ese día en el estacionamiento del cuartel y, según los registros de llamadas de su celular, se confirmó que a las 11:30 fue la última vez que se tuvo contacto con ella.
Finalmente, sus restos fueron hallados en las inmediaciones del río León, lejos de la base. La habían descuartizado, quemado y enterrado.
Según documentos judiciales, Cecily Ann Aguilar, pareja del presunto asesino, afirmó que él le dijo que había asesinado a Guillén a martillazos y ella misma le había ayudado en la disposición de los restos de la soldado.
Esta semana se aprobó en el Congreso la ley “Yo soy Vanessa Guillén” y se espera que el presidente Joe Biden la firme y promulgue en los próximos días.