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Foto: José Luis Castillo

El sobrecogedor desenlace de Ava, la bebé de 11 meses contagiada con la variante delta: ¡Mi niña no está respirando!

Todas las camas de las Unidades de Cuidados Intensivos en Houston están a su máxima capacidad por la nueva ola del coronavirus. El diagnóstico de la pequeña Ava compromete su vida.

18 noviembre, 2021 | Por: idea180

El 6 de agosto de 2021, Estefani López, de 22 años, mira televisión en la casa donde vive con sus hermanos mientras su hija, que juega en la sala, empieza a llorar. Le cambia el pañal, le da leche y la acuesta para que duerma, pero la niña no lo hace y sigue llorando.

En la madrugada, la levanta en brazos y se da cuenta de que Ava, de 11 meses, arde en fiebre. Su temperatura es de 104 grados. Minutos más tarde, empieza a temblar, a estirar su cuerpo liviano, a ahogarse.

—Sus ojos blanquecían y se mordía el labio inferior. Ya convulsionaba.

Le pide al hermano que la lleve al hospital. No iba a perder tiempo esperando a una ambulancia. Arriban 20 minutos más tarde al Lyndon B. Johnson, al sur de Houston. Hay mucha gente en la sala de espera. Cuando siente que la niña no se mueve, Estefani grita:

—¿Me pueden ayudar por favor? ¡Mi niña no está respirando!

Inmediatamente, Ava es trasladada a una sala donde muchos médicos y personal de enfermería la atienden. Se dan cuenta de que sufre de insuficiencia respiratoria aguda y presión arterial alta. No hay tiempo para esperar. Inician el proceso de intubación no sin antes dormirla con un analgésico local atomizado.

La pequeña Ava, de 11 meses, yace en la Unidad de Cuidados Intensivos. Foto cortesía: Estefani López.

La joven madre siente que su corazón se parte en pedazos y ruega que sobreviva. Un doctor sale casi una hora después y le explica que Ava ha tenido más convulsiones, pero está delicada y por ahora se mantiene estable; sin embargo, debe ser trasladada de emergencia a un hospital infantil, porque su diagnóstico compromete su vida.

Ava es diagnosticada con la variante delta de COVID-19.

Una enfermera y luego otra le dicen que han intentado buscar una cama disponible en los centros médicos de Houston, pero no hay. Todas las camas de las Unidades de Cuidados Intensivos están a su máxima capacidad por la nueva ola del coronavirus.

Estefani no ha parado de llorar. Reclama que solo es una cama la que se necesita para que su niña viva. Al principio, no cree lo que le están diciendo. Entonces, le comentan de una alternativa: trasladar a Ava en helicóptero a un centro médico infantil en Temple (Texas).

—Pero usted no puede ir con ella. Tendrá que manejar hasta allá para poder verla —le dicen.

Temple está a tres horas de distancia de Houston en carretera.

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A las 36 semanas de gestación, Estefani López, entonces de 21 años, es diagnosticada con COVID-19. Por su embarazo, no puede tomar medicinas. Fue su pareja el que se enferma primero y luego la contagia a ella, dice.Want to get more out of your subscription?Upgrade to get access to exclusive benefits.Upgrade

—Lloré mucho, porque, aparte del diagnóstico, estaba triste, porque el papá de la niña no iba a estar conmigo en el parto y pensaba en que me la quitarían ni bien naciera, ya sea por precaución o porque ella también estuviera contagiada o que, al cuidarla después de nacida, la contagiaría.

Ava junto a su madre Estefani López en el hospital infantil Baylor Scott & White McLane en Temple (Texas). Foto cortesía: Estefani López.

En la sala de parto, Estefani piensa por mucho tiempo que moriría, que la niña crecería sin madre, pero al cuidado de la abuela. El 26 de agosto de 2020 nace Ava con 8 libras de peso y sin ningún síntoma del virus. El alumbramiento le cambia la vida a su joven madre.

Unos minutos más tarde, puede sentir el pequeño cuerpo tibio de Ava en su pecho. La escucha llorar. Está sana. Se la llevan. A los tres días, ambas son dadas de alta.

El personal médico le advierte a Estefani que no se retire la mascarilla, que siempre se lave las manos y que intente no tocar ni acercarse mucho a la niña. Las indicaciones incluyen la lactancia de Ava, ya que no se contagiaría si lo hace con cuidado y trata de no respirar cerca de ella.

Dos semanas más tarde, la prueba rápida de antígenos y la molecular dan negativo. Cuida a Ava con extrema precaución, la ve crecer, reír, gatear. Es el alma de la casa, la que les alegra la vida.

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Antes de partir a Temple, Estefani ve a su hija que va en camilla, dormida. La besa. Le dicen que su hija estará bien, que firme los documentos para aprobar el trasladado. Es la primera vez que se aleja de ella. La ve entrar al helicóptero y desaparecer en el aire.

Son las tres horas más largas de su vida. En el camino, piensa cómo le van a avisar si le pasa algo a Ava.

Cuando llega al hospital infantil Baylor Scott & White McLane, Ava sigue inconsciente, pero ahora respira mejor. Ya no tiene un tubo en la garganta, ahora recibe oxígeno a través de una sonda plástica enrollada por encima de las orejas. Tiene electrodos en varias partes del cuerpo y dos catéteres venosos.

—Pensé que no saldría del hospital, que Dios me la iba a quitar, pero la dejó conmigo.

Foto: José Luis Castillo

Dos días más tarde, le dan de alta. Durante un par de semanas, Ava duerme mucho, caso todo el día, sin fuerzas, sin ganas de jugar.

Dos semanas después, el 26 de agosto de 2021, Ava, sobreviviente de la variante delta, cumple su primer año. En la celebración de su onomástico, juega, come, ríe, llora y hace travesuras como cualquier niña de su edad.

Hoy, con 15 meses cumplidos, está a punto de caminar sin la ayuda de mamá. Sigue siendo el alma de la casa, la que les alegra la vida.

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